La dermatitis atópica es una de las enfermedades de la piel más frecuentes, tanto en niños como en adultos. En este artículo te explicaré de forma clara qué es la dermatitis atópica y cuáles son sus causas principales, que incluyen la alteración de la barrera cutánea, la disregulación del sistema inmunitario y los cambios en el microbioma cutáneo.
¿Qué es la dermatitis atópica?
La dermatitis atópica, también conocida como eccema atópico, es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel. Sus síntomas principales son picor intenso, enrojecimiento y sequedad de la piel, con un curso en forma de brotes recurrentes que suelen comenzar en la infancia, aunque en algunos casos aparece por primera vez en la edad adulta.
La dermatitis atópica suele asociarse a otras enfermedades como la rinoconjuntivitis alérgica, el asma y las alergias alimentarias. Esta evolución a lo largo de la vida se denomina “marcha atópica”, aunque no todas las personas la desarrollan por completo ni en el mismo orden.
La dermatitis atópica y la alergia alimentaria tienen predilección por los bebés y los niños pequeños, mientras que el asma se presenta habitualmente en niños mayores, así como la rinoconjuntivitis predomina en los adolescentes.
Es importante recordar que la dermatitis atópica no es contagiosa ni se considera una enfermedad autoinmune.
Causas de la dermatitis atópica
La dermatitis atópica se produce debido a diversos factores, que incluyen:
- Alteración de la barrera cutánea: la piel pierde su capacidad de protegerse frente a irritantes, alérgenos y microorganismos.
- Disregulación del sistema inmunitario: el sistema de defensa de nuestro cuerpo reacciona de forma exagerada, produciendo inflamación.
- Cambios en el microbioma cutáneo: disminuye la diversidad de microorganismos “protectores” y aumenta la presencia de microorganismos dañinos.
Tanto los factores genéticos como los desencadenantes ambientales (clima, contaminación, alérgenos, estrés o infecciones), pueden influir en el desarrollo y la gravedad de la enfermedad.
Alteración de la barrera cutánea
La epidermis es la capa más externa de la piel y su parte más superficial, llamada estrato córneo, actúa como una barrera protectora frente al medio ambiente. Esta barrera cumple dos funciones esenciales:
- Retener el agua en la piel, manteniéndola hidratada.
- Proteger frente a irritantes, alérgenos y microorganismos que pueden causar inflamación.
En la dermatitis atópica, esta barrera está deteriorada, por lo que se produce:
- Una pérdida excesiva de agua transepidérmica, lo que provoca sequedad y descamación.
- La piel se vuelve más permeable, permitiendo la entrada de alérgenos, sustancias irritantes y microorganismos que activan la inflamación.
Dos factores son especialmente importantes en este daño de la barrera cutánea:
- La filagrina, una proteína esencial que ayuda a mantener unidas las células de la epidermis y a retener la humedad, suele estar disminuida por mutaciones genéticas.
- La alteración en la producción y organización de los lípidos cutáneos (grasas que sellan la piel), lo que contribuye a una superficie más frágil y menos protectora.
Disregulación del sistema inmunitario
El sistema inmunitario desempeña un papel central en la dermatitis atópica. En esta enfermedad existe una respuesta inmunitaria alterada, caracterizada por una mayor actividad de unas células llamadas linfocitos Th2. Estas células liberan citocinas inflamatorias (como la IL-4, IL-13 y IL-31, entre otras) que mantienen activa la inflamación y contribuyen a los síntomas cutáneos.
Este desequilibrio inmunológico provoca dos efectos principales:
- Inflamación crónica de la piel, que se traduce en enrojecimiento, eccema y picor persistente.
- Deterioro de la barrera cutánea, ya que estas sustancias reducen la producción de proteínas y lípidos esenciales para mantener la piel fuerte e hidratada.
Con el tiempo, la inflamación repetida y el rascado continuo pueden causar liquenificación, es decir, engrosamiento de la piel.
El papel del picor en la dermatitis atópica
El picor (prurito) es el síntoma más característico y en general, el más molesto de la dermatitis atópica. En esta enfermedad, el picor no solo se debe a la sequedad cutánea, sino también a la acción directa de las citocinas sobre las terminaciones nerviosas de la piel.
El resultado es un picor crónico, difícil de controlar, que genera un círculo vicioso: picor → rascado → inflamación → más picor.
Alteración en el microbioma cutáneo
El microbioma de la piel es la comunidad de bacterias, hongos y virus que viven en nuestra piel y su interacción con el entorno. En condiciones normales, existe un equilibrio entre estos microorganismos que contribuye a mantener la salud de la piel.
En la dermatitis atópica se producen alteraciones en el microbioma cutáneo, lo que se conoce como disbiosis. Este desequilibrio se caracteriza por una disminución de la diversidad bacteriana —es decir, menos variedad de microorganismos protectores— y un aumento de la colonización por Staphylococcus aureus, una bacteria que está presente en más del 90% de los pacientes con dermatitis atópica, frente a aproximadamente un 5% en personas sin la enfermedad.
Estas alteraciones se deben a cambios en la acidez de la piel, a una menor producción de péptidos antimicrobianos (sustancias naturales que combaten las bacterias) y a la disregulación del sistema inmunitario. Como consecuencia, durante los brotes de eccema atópico, la variedad de bacterias beneficiosas disminuye aún más y el porcentaje de Staphylococcus aureus aumenta de forma significativa.
Esta bacteria produce toxinas y sustancias irritantes que agravan la inflamación cutánea, incrementan el picor (prurito) y pueden empeorar la evolución clínica de la enfermedad. Además, como hay una deficiencia de filagrina que en condiciones normales, ayuda a proteger frente a Staphylococcus aureus; las células de la piel se vuelven más vulnerables a los daños que esta bacteria provoca.
En resumen
La dermatitis atópica es una enfermedad compleja que aparece por la combinación de tres factores principales: la alteración de la estructura de la piel o barrera cutánea, la disregulación del sistema inmunitario y los cambios en el microbioma cutáneo. Estos mecanismos interactúan con la genética y con factores ambientales, dando lugar a los síntomas característicos como el eccema, el picor persistente y la sequedad cutánea.
Comprender estos procesos es fundamental para diseñar tratamientos más eficaces y personalizados. En la actualidad, el manejo de la dermatitis atópica se centra en restaurar la función de la barrera cutánea, controlar la inflamación crónica y aliviar síntomas como el prurito, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Si tienes dermatitis atópica, consulta con tu dermatólog@ para desarrollar un plan de tratamiento adecuado para ti.
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